Leyendo a Ana Enriqueta Terán, Miyó Vestrini, Hanny Ossott
y la angustia de la mujer en su visión del mundo
Por Ana Gloria Palma
*** La siguiente intervención fue presentada el sábado 29 de abril de 2023, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN)-capítulo Miranda, que se desarrolló en espacios del Centro Cultural La Estancia, del 28 al 30 de abril
Tres poetas nos acercan a su grito, a su voz, esencia que nos lleva a
entrar en cada una de ellas para intentar
conocerlas. No nos son extrañas, son distintas, únicas, ellas tuvieron una vida
en donde sus roles fueron variando según sus enseñanzas y necesidades. Vidas
que conoceremos a través de otros ojos, oídos que escucharon de ellas y en esa
escucha hicieron interpretaciones de sus inquietudes. Desarraigada de Francia
como Miyó Vestrini, o paseadora de mundos como Ana Enriqueta Terán, o
traductora de otras voces como Hanny Ossott.
Por propia mano dejaron la vida.
A otras simplemente se les acortó por una enfermedad, y otra de vida tan larga
que llegó a casi una centuria; una y otra rebelde, silenciosa, distante,
callada, critica, observadora de su mundo para plasmar en un verso y otro su
mirada de mujer.
He aquí estas
tres damas, estas tres poetas bellas en el acto de trasmitir su voz y crear su
grito, Ana Enriqueta Terán, Miyó Vestrini y Hanny Ossott.
Esta disertación
no solo es para presentarlas ante ustedes, y darla a conocer sino para
recordarlas y vislumbrar un poco más de ellas desde mi lupa de mujer y poeta.
Porque hablar de Ana Enriqueta Terán es hablar de mi voz también, porque las
mujeres nos reconocemos en todas y terminamos siempre en una misma voz, un
mismo grito, en la necesidad de ser oídas, en la capacidad de decir algo que
nos ayude a trascender. Porque ser mujer no se trata solamente de limpiar niños, atender maridos, lavar
corotos y ordenar la casa.
Es por eso que
Ana Enriqueta Terán nos dice en este soneto:
…en los
hombros del agua que crece hasta mis sienes
y en el oscuro
limo de la entraña y del beso.
Camino con las
olas y con el árbol dado
a la corteza
muda que me hiere y me enciende,
camino con la
tierra y un entreabierto goce
me lastima y
conduce más desnuda la frente.
Alguien me
dijo algo de bestias taciturnas,
de mares y
tinieblas que azotaban mi rostro,
escuchaba su
voz y buscaba su cuerpo
por altos
corredores sin llegar a su lodo.
Ana
Enriqueta Terán
Presencia
Terrena. Montevideo: Alfar, 1949.
Epílogo (fragmento de novela)
Despacio, Manuela,
con buena letra,
ahora le toca a usted.
…forman un entramado
de grises, violetas, verdes tiernos, todo en ondas y sesgaduras de viento, que
también reflejan en suelo limpio y esta luz será en las páginas como luz en los
cuadros de Velásquez; y Vermeer pondrá una pincelada de recuerdo cuando Ama Ina
desde una lechera en alto, y en chorro continuo y delicado verterá en la
escudilla de cada quien la leche recién ordeñada de la vaca Alcamonera. Ni a
gentes, ni animales, ni a cosas se les conocerá fin. No se podrá decir Ana Ina
murió en tal parte, o Isabel María enfrentó destino de tal manera.
Todo quedará
preso en las páginas: allí el águila de doña Juana Teresa, zapatos vivos de
Niña Candela y zapatos vacíos de los que murieron. El yagrumo (Espectabilis
humera) follajes vueltos al revés. Collar rojo luciendo fino en el escote de
Manuela sarta de corales que cayó al suelo y no se perdió ni una cuenta; ahí
estaban todas y algunas sutilmente engarzadas en las suturas del enladrillado.
Ana
Enriqueta Terán
Apuntes
y congojas de una decadencia
novelada
en tres muertes, 2014.
Esta mujer que vino al mundo el 4
de mayo de 1918, en la hacienda Santa Helena, Valera, estado Trujillo y
transcendió al tiempo despidiéndose de él con casi cien años y además de ser
poeta y diplomática, profundizó en el soneto influenciada por el verso español,
en su máxima expresión clásica, internándose en Góngora, Sor Juana Inés de la
Cruz y Garcilaso de la Vega. Ella también supo de hijos, de amores y del hecho
de ser mujer, en un tiempo en que la voz que se escuchaba era la de los
hombres.
Ella también dijo:
El nombre
Como quien
escribe una oración y pide en la oración mucha humildad
y un extenso
aliento para resistir el brillo y cercanía de la PALABRA
Es mi oficio y
la frase resulta de arena negra con pespuntes de oro.
Y pide en la
oración mucha obediencia y la aceptación del nombre.
No la firma,
sino el nombre completo en los calveros de poema:
ANA TERÁN.
ANA TERÁN
MADRID.
ANA ENRIQUETA
TERÁN.
Me gusta este
nombre. Esta soledad y raro artificio que se desprende
de mí hacia la
profecía. Que es yo misma recorriendo las islas,
el espacio
comprendido entre mi desamparo y las escamas, anillos
y mordeduras
del CLIMA.
Libro
de los oficios. Poemas. 1967. Caracas: Monte Ávila, 1975.
Para mí, se podría interpretar en
esos versos la necesidad de imponer su nombre sin la trenza que presupone un
estatus y que incluye todas las letras en que fue nombrada un día Ana Enriqueta
Terán, ella que poseía un manejo exquisito del lenguaje y nos acercó a su ser,
a sus vivencias.
Y siguiendo con este encuentro,
en el cual me veo entre estas tres poetisas, se acerca ella, Miyó Vestrini, que
nació bajo el nombre de Marie-Jose Fauvelle Ripert, una incisiva y sensible
mujer que difuminó su palabra para llevarnos a Giovanna, la niña, que pareciera
esparcir su grito de esta manera.
Un día de la Semana 1
Cuando naciste
en 1938
César Vallejo
moría
cuando tu
cabecita
tu ombligo
tu cuquita
virgen
asomaba al
mundo
entre las
hermosas piernas de tu madre
metían al
poeta en un hueco.
Lo cubrían de
tierra
y a ti
te cubría la memoria.
En el autobús
ha visto el gesto del anciano cuando escupe una gruesa y roja saliva en un vaso
de cartón y trata de vaciarlo por la ventana. El viento abate sobre Giovanna el
líquido viscoso que ahora resbala en su brazo. La madre grita furiosa mientras
limpia a Giovanna con un pañuelo blanco y agua de colonia. El viejo se voltea
para mirarlas: Giovanna se ríe con él, sucio y desdentado, con ese azul
impreciso que tienen los ojos de los viejos. Llegan. La madre le cuenta al
padre y termina llorando, preguntando otra vez cuándo nos iremos de aquí,
cuándo regresaremos a Europa a celebrar la Pascua Florida. Desde la plaza los
muchachos silban a Giovanna, de nuevo, y ella los mira, riendo y haciendo
gestos. Giovanna llora y se pasa la lengua, allí donde el viejo la había
escupido.
Miyó
Vestrini
Las
historias de Giovanna, 1971
Miyó Vestrini,
posee una escritura breve, terrible y profunda de la literatura venezolana. Vino
desde Francia a radicarse en un pueblito de Trujillo y luego al Zulia, transitó
entre recuerdos y vivencias que la llevaron a escribirle al Chino Valera Mora,
su amigo, cuando murió, el poema Té de Manzanilla.
Mi amigo,
el chino,
escribió una
vez sobre cómo se sientan
y caminan
las mujeres
después de hacer el amor.
No llegamos a
discutir el punto
porque murió
como un gafo,
víctima de un
ataque cardíaco curado con té de manzanilla.
De haberlo
hecho,
le habría
dicho que lo único bueno de hacer el amor
son los
hombres que eyaculan
sin rencores
sin temores.
Y que después
de hacerlo,
nadie tiene
ganas
de sentarse
o de caminar.
Le puse su
nombre a una vieja palmera africana
sembrada junto
a la piscina de mi apartamento.
Cada vez que
me tomo un trago,
y lo saludo,
echa una
terrible sacudida de hojas,
señal de que
está enfurecido.
Ahora está arrecho
otra vez,
porque le
llevan flores
mientras trata
de espantar a las cucarachas.
Miyó Vestrini, 1991 en
Caracas, Venezuela.
Y también nos dice, de su
inquietud expresada en ese transitar desde Nimes, Francia a Betijoque, estado
Trujillo y a Maracaibo, estado Zulia.
He tenido que
compartir mi lugar
Nadie me ha
raptado
para llevarme
al suyo.
No tengo
África mía a mis espaldas,
ni olas
ni ollas,
ni una calle
de Dublín.
Sólo he estado
allí
con pocas
palabras
y pocos gestos
y pobre
cuerpo.
Aprendí al mismo
tiempo La Marsellesa
y el Himno al
árbol.
Tuve que leer
a Rimbaud y a Andrés Eloy…
Y finaliza en ese conflicto
geográfico-cultural-familiar con los siguientes versos:
Vete a la
mierda,
me dijo mi
madre
cuando le
reclamé todo esto.
Se dio vuelta
hacia la pared y murió.
Ocupé su sitio
Y dejé que
peinaran mis cabellos.
Valiente
Ciudadano, Miyó Vestrini
Y este texto de Versos para
Giovanna:
Conocíamos
bien el desorden de las mañanas
de octubre
la rigidez en
la nuca
que comienza
al levantarse
espantoso
signo de que nos vamos a morir
tiesos y
enérgicos
incapaces de
hacer un gesto para evitar
el síncope.
En un permanente reclamo en que
transitó su existencia, mirada esquiva nos deja ver su soledad y su fuerza y va
dejando piedritas para que sigamos sus señales como una manera de salvarse o
pedir ayuda, su suicidio quizás no nos sorprendió, pero pareciera que es una
especie de muerte anunciada que se concretó al fin, el 29 de noviembre de 1991.
El primer
suicidio es único.
Siempre te
preguntan si fue un accidente
o un firme
propósito de morir.
Te pasan un
tubo por la nariz,
con fuerza,
para que
aprendas a no molestar al prójimo.
Muy poco y muy
gris es el tiempo que te queda.
Soy frágil
para los
amados.
Algún asesino
más poderoso
más fuerte
me interceptó
cuando cruzaba
el callejón de
los cuchillos
y me atajó.
Silencio mujer
dijo
de nada
valdría tu queja
ni en este
momento
ni en los
otros.
Y este transitar en que me impuse
a ir en pos de estas mujeres, mujeres que en su camino se han desnudado ante el
verso que las cautiva desde su ser intrincado, en su esencia dominada por su
sentir llega, Hanni Ossott, en un escudriñar otrora familiar que nos cose en
esa espera latente de un adiós en que se vierten dolores, tristezas que nos
llevan adentro, en esa extraordinaria escritora en la búsqueda de sí, y que con
una preocupación lingüística y filosófica nos dice:
El historiador Manuel Caballero,
su esposo contó en una entrevista que Hanni Ossott no escribía sus poemas sino
que los vivía, que se encerraba y escribía, lo cual interpretó, como que se
derramase toda ella sobre el papel, sobre el teclado y esparciera su aliento
sobre la pantalla.
¿Qué es ser poeta?
Llorar.
Llorar.
Infinitamente.
Y escuchar una
voz de hombre
silente y
viril
por su
feminidad perdida
porque la
poesía es feminidad.
Y los hombres
poetas deben ser femeninos.
Y las mujeres
poetas deben ser masculinas
Y esta es ley
de Dios.
Ley
sagrada, Hanny Ossott
Las pastillas
A los médicos
psiquiatras
Una pastilla
dos pastillas
tres pastillas
seis pastillas
Dayamineral
Carbonato de
Litio
Haldol
Neubión
Oranvit
Rivotril 2 mg
¿y el médico?
Deambulando
por ahí... ahí como en la Luna
Sin saber de
la verdadera enfermedad.
Desde
mi experiencia en Londres 1980
hasta
los actuales momentos
Caracas,
1993.
Esta poeta de mirada cristalina
escribió sobre la muerte y sobre su muerte toda su vida, como si presintiera lo
que le tocaba, una despedida prematura que no buscó.
Tradujo a poetas como Rainer
María Rilke, D.H. Lawrence y Emily Dickinson. Hanni Ossott falleció el 31 de diciembre
del 2002, después de una penosa enfermedad, que no le impidió escribir.
Pareciera que estas tres poetas,
poetisas como algunas la nombran, confluyeron como una sola mujer dejando a un
lado la casa, el trabajo, el compañero, los hijos y se derramaron sobre el
papel como se decía de Hanni Ossott y en ese teclear, con los dedos
ensangrentados de tintas para verterse en sus pensamientos y sentimientos como
me imagino también a Ana Enriqueta Terán y Miyó Vestrini.
La muerte la vida, las luchas sus
vivencias, temas que también me circundan me recorren, como expreso en estos
textos míos:
Aquí estoy
en el tic tac
del reloj antiguo
escarbando
plumas a la frente
arrodillada en
el punto Este de mi nombre
para pedir al
nuevo día un poco de sombra.
…y aquí estoy
esperando a
los que vienen
a renovar la
vida
para irme.
Es tanto los que nos une, es
tanto el dolor, la injusticia, la rabia, el descaro de la mirada de la vivencia
del hombre que pesa sobre la mujer.
Nostalgia
Esta noche
ladran perros
y los gatos
lamen la nostalgia
Pegatinas
antiguas
Se adhirieron
a los retazos
de álbumes
atesorados
y en donde
alguien
al pasar del
tiempo
quizás nos
reconozca
y cuente algo
interesante
de nosotras.
Yo siento una invisibilización,
viene de lejos, también recorrió el mundo de estas tres poetas, grandes en su
esencia, con un gran dolor acumulado que transciende a todas las mujeres, a las
poetisas que solo lograrán ser vista por la lupa de otra mujer.
Como lo digo aquí:
Los aguijones
pinchan la noche
me arrinconan
y es la hora
de ser yo.
Ana
Gloria Palma
O este otro poema:
Esta careta
esconde la pulsación del horizonte
la suave brisa
del rayo
que bordó el
nuevo ser
y en el
remanso de los días aciagos
Es esta careta
la verdad.
Les invitó a buscar la verdad de
estas tres poetas:
Hanny Ossott, Miyó Vestrini y Ana
Enriqueta Terán.